Este diario de bitácora electrónica nació con el objetivo de relatar, a través de mi viaje actual, historias, relatos, leyendas e intuiciones que conectaran los viajes históricos que otros extremeños, durante la colonia, realizaron con objetivos y anhelos tan distintos. Entre la conciencia y el subconsciente, la realidad y la ficción, la historia y sus interpretaciones se trata de abrir los ojos hacia un cuestionamiento profundo de nuestras convicciones y esperanzas, para cantar a la riqueza y la necesidad de la libre movilidad humana. Transitando las distintas experiencias, quiero recuperar las tradiciones orales e históricas que conectan los espacios latinoamericano y extremeño difuminando las fronteras, achicando las distancias, y acercándonos a la riqueza del mutuo y necesario crecimiento compartido.
Pero dado que ese proceso creativo se demora mas que los acontecimientos, paso a contaros, hasta ahora, cual ha sido la ruta, y experiencias, de este nuevo viaje...
Tarde mas de lo previsto en llegar a México: de hecho, aun estando en su territorio, mis primeros lugares de paso resultaron algo así como un parque temático de esos que se encuentra, casi calcado, en cualquier lugar del mundo. Cancún no es México (es mi percepción, y discúlpenme quienes no estén de acuerdo). Es un gigantesco hotel-resort enfocado al turista gringo (extranjero del norte blanco), donde la mayor parte de sus playas (desde luego las mejores) son privadas, los cenotes (lagunas naturales surgidas en la roca caliza y con larguísimas cuevas que las conectan entre ellas) inabarcables para el nacional, que de hecho, ni salir a comer puede porque su escaso sueldo (trabajando para el bienestar de esos mismos visitantes) no le alcanza para aspirar a compartir lugares con ellos. Desesperante.
Tras Cancún, Tulum... un lugar místico, representativo de la cultura maya, con un impresionante complejo ceremonial a la orilla del Mar Caribe. Mas o menos lo mismo... el centro urbano es una sucesión de restaurantes sin identidad (tex-mex que simulan ser mexicanos, pero con hamburguesas), playas privatizadas y cenotes sagrados vendidos por un buen puñado de dolares.
En ambos sitios (como en casi todo el Estado de Quintana Roo del que forman parte), la misma historia. Con cada mexicano que charlaba, crecía esa sensación no solo de no estar en México, si no de ver como México estaba siendo troceado y vendido para el disfrute de los foráneos. Colonialismo reloaded, es decir, el mismo perro con distinto collar. Bien fueran en su momento los españoles, o después los norteamericanos, esta parte de México retrata como aunque las formas cambien, el fondo sigue siendo el mismo.
Apenas ni fotos hice de estos primeros lugares... pueden buscarlas en internet, y cuando vean paisajes impresionantes, piensen "solo existen de verdad si tienes mucho dinero".
La mejor experiencia, fue descubrir una playa paradisíaca libre de la especulación (o no tanto, pero bastante). Bañarse en el mar Caribe, con aguas cristalinas y finísima arena, resulto el bautismo renovador que necesitaba para empezar de verdad el camino por México, y tan energético resulto, que tuvimos que salir corriendo de la playa y el lugar puesto que un huracán asomaba por el horizonte, y nos acompaño con lluvias torrenciales hasta que llegamos a nuestro hospedaje.
La tormenta que paradójicamente, me llevo a la agitada calma de mis siguientes pasos.

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